[Crónica]
Venga, pues. Que si usted, querido lector, es de esos que alguna vez ha dicho «¿qué es esa recocha tan berraca?», es probable que haya sido infectado sin darse cuenta por el más contagioso de los virus lingüísticos: el habla paisa. Que si usted no ha dicho «dejate de pendejadas, mijo» o «ese lugar no tiene arrimadero» es que es turista y por eso todavía no se le ha pegado el gen paisa. Basta con que alguien visite esta región alegre y montañosa por una semana pa´que se le pegue la vaina y regrese a su territorio encalamucao de lenguaje y tinto.
Porque aquí no se habla: se despacha. Se conversa con esa parsimonia acelerada que solo se entiende si uno nació oyendo a la tía regañar con cariño «¡vení pues por la mazamorra, zarrapastroso!», al vecino que saluda con «¿qué más pues gonorrea?» (con afecto, claro está), y al tendero que le cobra sin decir precios, solo con miradas.
El paisa no pregunta: tantea.
El paisa no saluda: interroga.
El paisa no se despide: se va diciendo «bueno, ahí nos vidrios».
El habla paisa es como la arepa: se sirve en cualquier momento, con lo que haya, y si no hay, se improvisa. Porque el paisa no dice «sí», dice «hágale pues». No dice «no sé», dice «eso toca mirarlo». No dice «me voy», dice «bueno, yo voy siendo». Y cuando le sueltan un «no me des papaya», usted no se confunda, no es la fruta, son las probabilidades que tiene de quedar como un bobo.
– Este sí está más azogao (agitado) quiun frasco e´ Milanta.
– El pendejo del primo se pelotió por andar cogiendo pispirispis.
– A mí el guayabo me da es por botar toitico el tripitorio.
– Con tanta gente, hay que entrar es susquiniao.
– Te metieron otro billete falso ome entelerido (despistado).
– ¡Andá bañate zarrapastroso!
Y es que hablar paisa es como bailar bambuco con tenis: una mezcla de elegancia y descache, pero con sabor.
Así que, si algún día lo invitan a «ir a dar una vuelta», no crea que va a caminar: lo van a enredar en una vuelta que incluye tinto, chisme, consejo matrimonial y una visita a la ferretería a comprar tornillos que no se necesitaban.
Porque así somos: decimos sin decir, y decimos tanto, que a veces uno se pregunta si era necesario decir algo. Porque al pan, pan y al vino, vino; cuando las cosas son como son, pasan porque tienen que pasar.
En fin, que si usted quiere integrarse de verdad a esta manera de expresarnos, no basta con aprender el idioma. Tiene que vivirlo, sudarlo, olerlo en una taza de café, repetirlo con sabor a arepa recién volteada. Y como decía el armadillo:
Antioquia es otra cultura,
no solo lo digo yo;
de ser paisa, mis lectores,
Me siento muy orgulló (so).
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HENRI GARCÍA JARAMILLO: En el año 2005 fundó el Taller de literatura El sueño del pino, con el que se han realizado eventos literarios nacionales e internacionales. Dirige, por tanto, el órgano de difusión del Taller, la revista literaria Alas de papel, que ya cuenta con nueve números. Sus escritos han sido publicados en varias antologías.
Además de varias cartillas educativas, ha publicado cinco libros de variados temas: Otra página en blanco, Imagenesis, De bolsillo, Él, que me habita y 52 viernes d’estos.
Así se refiere Henri a él mismo:
Nací en 1972 en un febrero tibio.
Profesor de escuela rural prefiero el verde más que el gris.
Poeta de pocas plumas he volado poco.
Pobre de nacimiento, mi riqueza es la familia y el firmamento.
Guerrero de la vida mi mayor temor es el olvido.
Cuando su columna Otra página en blanco aparezca en blanco, es porque a Henri se le olvidó respirar, o lo ahorcó un suspiro. Por lo pronto, catemos su palabra. ¡Salud!
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