Versión siglo XXI
[Crónica]
Hay gente que quiere amigos, buen trato y vecinos decentes. Pobres ingenuos. Este manual no es para ellos. Es para usted, que quiere paz, distancia, y que no lo inviten ni a un velorio. Aquí le enseñamos a vivir en sociedad sin la molestia de socializar.
1. No salude. Ni los buenos días. Pase como si fuera un holograma con afán. Si alguien le sonríe, frunza el ceño como si tuviera gastritis emocional. Entre más indiferente, más efectivo. ¿Quiere parecer más simpático? Compre una patineta eléctrica y pase por la acera sin mirar a nadie, como un influencer sin seguidores. Cero contacto visual, cien por ciento rechazo cordial.
2. Comuníquese solo por stickers. ¿Le escribieron un mensaje largo? Responda con un sticker de un gato bailando. ¿Alguien le compartió su dolor? Un sticker de Bob Esponja llorando. Su círculo social irá reduciéndose por sí solo. Los stickers son los nuevos “ja”. Y el “ja” moderno es una cachetada emocional con filtro de TikTok. La clave está en enviar el mismo sticker para todo. Así ahorra tiempo y amigos.
3. Critique… pero en el grupo equivocado. Nada mejor que escribir “la verdad, esa vecina es insoportable” en el grupo donde está la vecina. Luego, actúe como si fue culpa del “bendito autocorrector”. Punto extra si luego pone un emoji inocente. Consejo adicional: use su segundo apellido para crear grupos secretos, pero no los actualice bien. Cuando lo descubran, diga que “no sabe cómo funciona WhatsApp”. Y actúe ofendido.
4. Sea pasivo-agresivo en redes. Publicaciones como: “Algunas personas deberían aprender lo que es la lealtad… ¿cierto?” causan desconcierto y paranoia. Nadie sabrá si es por ellos, pero todos se sentirán aludidos. Si quiere potenciar el efecto, agregue una selfie mirando al vacío. Nada dice “te odio, pero con estilo” como una frase con fondo sepia y cara de poeta abandonado en la terminal.
5. Tenga un perro con alma de sirena. De esos que detectan pasos a cien metros y activan el modo apocalipsis desde las 5 a.m. Si ladra de día, molesta. Si ladra de noche, perturba. Pero si ladra siempre… ¡Triunfó! Si además el perro es de los que persigue motos, carros y sombras, mejor. Póngale un nombre simpático como “Ternurita” o “Peluchín” para que los gritos de los vecinos sean todavía más ridículos.
6. Corrija la ortografía… en público. No hay mejor manera de hacer enemigos que ponerle tilde a la humillación. Corrija comentarios ajenos como si fuera el diccionario con Wi-Fi. “Se dice hubiera ido, no fuera ido, cariño”. Chau amigos. ¿Quiere el diploma de odioso? Corrija carteles de la tienda con marcador rojo: “Se vende aguacate” debe ser “aguacates”, plural. Y si es con acento, mejor. La gente lo va a amar… desde lejos.
7. Reenvíe cadenas. Mande audios de cinco minutos con noticias falsas, oraciones de protección, memes religiosos y recetas para curar el mal de ojo con cebolla morada. Sus contactos lo bloquearán con devoción. Lo ideal es hacerlo en horas laborales, domingos a las 6 a.m. o justo cuando alguien pone “estoy ocupado”. No olvide incluir: “reenvíalo a 7 personas o tendrás 7 años de mala suerte”. Usted ya está curado.
8. No devuelva los recipientes. Ese recipiente plástico que le prestaron con frisoles en enero… úselo para guardar tornillos. O mejor: entrégueselo con otra cosa, pero cinco meses después. Con suerte, perderá una amistad y ganará una pelea de patio. Extra: diga “ah, ¿era tuyo?” y luego regálele el mismo recipiente envuelto para Navidad. La gente nunca olvida… ni perdona los frisoles perdidos.
9. Comente en voz alta lo que los demás piensan en silencio. “Ese señor como que no se baña”, “Esa señora se hace la joven”, “Esa risa parece alarma de carro”. Se ganará enemigos espontáneos y miradas de odio que alimentan el alma antisocial. Lleve siempre gafas oscuras y una botella de agua con vinagre. Así parecerá que habla por estrés o por salud natural, y no por puro espíritu de metiche. El escudo está en la pose.
10. Diga “yo soy así” para justificar todo. Gritería, grosería, malparqués: todo vale si después dice, con tono de yoga: «Es que yo soy así, el que me quiere me acepta». Y ya nadie lo quiere, pero usted sigue siendo “auténtico”. Úselo como mantra personal. Si le reclaman por algo, solo diga: “yo no cambio por nadie”. Y luego, con aire zen, siga comiéndose los mangos ajenos del árbol del vecino. Total, usted es “libre y salvaje”.
Advertencia final: Aplicar estas técnicas podría provocar bloqueos, silencios incómodos, pérdida de amigos de infancia, y vecinos que lo miren como se mira a una cucaracha en el arroz. Pero si su meta es la soledad plena… ¡felicidades! Ha encontrado el camino.
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HENRI GARCÍA JARAMILLO: En el año 2005 fundó el Taller de literatura El sueño del pino, con el que se han realizado eventos literarios nacionales e internacionales. Dirige, por tanto, el órgano de difusión del Taller, la revista literaria Alas de papel, que ya cuenta con nueve números. Sus escritos han sido publicados en varias antologías.
Además de varias cartillas educativas, ha publicado cinco libros de variados temas: Otra página en blanco, Imagenesis, De bolsillo, Él, que me habita y 52 viernes d’estos.
Así se refiere Henri a él mismo:
Nací en 1972 en un febrero tibio.
Profesor de escuela rural prefiero el verde más que el gris.
Poeta de pocas plumas he volado poco.
Pobre de nacimiento, mi riqueza es la familia y el firmamento.
Guerrero de la vida mi mayor temor es el olvido.
Cuando su columna Otra página en blanco aparezca en blanco, es porque a Henri se le olvidó respirar, o lo ahorcó un suspiro. Por lo pronto, catemos su palabra. ¡Salud!
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