Portada de la columna titulada Maldito Tik Tok

Maldito TikTok

[Hoja suelta]

Cuando abres un artículo de El País, El Espectador o cualquier otro diario y encuentras más publicidad que texto, ¿en realidad quieren que los leas o que les compres algo? Es increíble el nivel de locura al que ha llegado la lógica mercantil. Lo dice el físico y divulgador Carlo Rovelli: «La sociedad pide cada vez menos a los científicos que vayan en busca “de conocimiento”. Les pide que desarrollen productos para vender; y armas». En esa vaca loca estamos montados, en la de las feroces industrias de la muerte.

Y la cosa es que no solamente sirve para matar el fusil de dotación del ejército colombiano, que es de fabricación israelí y que no es el mismo que ahora padecen los palestinos, pues allá tienen otros mucho mejores que la obsoleta dotación militar colombiana ―a pesar de que el rubro más alto del presupuesto nacional sigue siendo el de “defensa”―. No, porque otra muerte que padecemos hoy día es la del espíritu, a veces mucho peor; porque si muerto el perro se acabó la rabia, solo queda arreglárselas con la eternidad o la nada absoluta que nos depara el atravesar el último umbral, pero eso ya es otra cosa. Esperemos que la esquizofrenia de la cuántica nos de respuestas, ya que la creencia en Dios nos mantuvo embolatados por siglos y nunca resolvió nada. Pero volvamos a la dimensión que nos ocupa. La muerte es el fin de todos los problemas, es hasta poético, mientras que sí la pasa uno muy mal estando vivo y sin atributos, sin saber hacer cosas, sin tener un gusto enriquecedor para el futuro, sin tener un trabajo que disfrute.

Y la razón de todo este descalabro es la pérdida de los valores, que le dan sentido a la vida, y que la lógica mercantil se encargó de enterrar por completo. Lo poco de humano y bondadoso que conservaba el homo sapiens, gracias a una memoria de larguísima duración, producto de milenios de andar juntos sorteando las inclemencias del África, se vino a pique con este siglo loco de las noticias falsas y el TikTok. Dice internet que ésta es una red social china, ¡válgame Dios! Justo ahora que asistimos al declive de Estados Unidos como policía del mundo, y China le recibe esa gloriosa antorcha, podemos comprobar que la cura es peor que la enfermedad. TikTok es la muerte definitiva del espíritu en Occidente, es una cosa lamentable.

Acaso tenga la ventaja de que, contrario al bazuco, no produce indigentes ni toda una cadena de producción delincuencial y de miseria; pero la desventaja es que he conocido bazuqueros lectores de filosofía, que saben de artesanías y con serias preocupaciones por la condición humana. Pero, ¿qué saben los adolescentes de la generación TikTok, además de tener un culto mezquino y absoluto del yo, sin noción alguna del trabajo o las responsabilidades? Y un ejercicio del yo de cristal, para acabar de ajustar, no es ni siquiera un yo fuerte, que pudiera semejarse con esa idea de la verraquera rural antioqueña; ni de cerca, es un yo frágil, mimado, depresivo, sensibletón. Otra locura propia de nuestro siglo: la separación definitiva con el mundo rural, porque eso no es lo que nos venden los anuncios malsanos con los que empecé mi perorata.

El problema mío con TikTok es que es el resumen de todo lo que nos pasa, el gran estandarte de la tiranía de los anuncios que nos gobierna con un cetro de hierro al día de hoy. Yo creo que esa gente de la cuántica, esos científicos a los que la sociedad «les pide que desarrollen productos para vender», ya se están craneando la forma de meternos anuncios en los sueños, financiados por las multinacionales, esos monstruos del capitalismo, el mismo que los economistas tanto defienden como «generador de riqueza»; ¿y dónde me dejan, señores, la miseria humana y el desfalco al planeta que produce? De eso no hablan, claro, porque no deben morder la mano que les da de comer.

Y para cerrar con lo que empecé y no parecer muy vallejiano, les digo que no me provoca abrir ninguna columna ni ningún artículo de periódico, porque yo no vuelvo a caer en la trampa: lo que quieren es que te quedes pensando en un Chocoramo o una Cerveza Águila, para eventualmente ir a la tienda… ¿Se antojaron? ¡Si ven, así es como funciona! Y no, yo lo que quiero es leer, y si a ustedes les pasa igual ―cosa que me imagino, puesto que llegaron hasta el final de este vademécum (hermosa palabra que significa camina conmigo)― les recomiendo leer lo que se publica acá, en La lotería en Babilonia, y en otros canales interesantes como el Periódico UNAL y el Alma Mater, para que encuentren material de buena calidad, «gratis» y sin anuncios… y no estoy haciendo propaganda.