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Los siete mitos de la conquista española

[Reseña]

Matthew Restall se graduó como historiador con honores por la Universidad de Oxford en 1986 y como doctor en Historia de América Latina por la Universidad de California en 1992. Es profesor de Historia Colonial Latinoamericana, director de Estudios Latinoamericanos y editor de la revista Ethnohistory en la Universidad Estatal de Pensilvania. Especialista en historia colonial de México, Yucatán, los mayas y los africanos en la América española. Se ha dedicado al estudio de las fuentes escritas en lengua maya yucateca, investigaciones todas de las que ha dado a la imprenta trabajos de mucha difusión como The Maya World (1997), Maya conquistador (1998) o Black Mexico (2009).

De sus muchos libros, Los siete mitos de la conquista española ha sido el más ampliamente leído en varios idiomas con decenas de ediciones. Publicado originalmente como Seven Myths of the Spanish Conquest por Oxford University Press, en el año 2003, y traducido al año siguiente al castellano por Marta Pino Moreno para la Editorial Paidós, en cuya versión nos basamos, es un libro que tiene mucho que decir a un público muy amplio. Surge, según señala el autor en los Agradecimientos, del comentario que le hizo un estudiante de alguna clase sobre historia de América, refiriéndose a los mitos que había en ella y del intento por responderlos. Así como fue su semilla es su contenido: asequible, ameno, conciso. Cada mito constituye un capítulo aparte en el libro, y aunque todos están implicados entre sí, cada uno puede entenderse por separado sin perder vigor ni relevancia, pero sin olvidar que hacen parte de un todo en el que cada acontecimiento es tan importante como el anterior o el siguiente. El orden de los capítulos no los subordina en importancia, aunque el lector seguramente se decantará por alguno de ellos: por el que más tenga claro de antemano o por el que le ofrezca una revelación más inverosímil.

Restall, desde la Introducción, da comienzo a la controversia mediante las palabras perdidas, que intenta recuperar después en su crónica Bernal Díaz del Castillo, sobre el descubrimiento de Tenochtitlán y su intento de explicar dicha ciudad por medio de «los conceptos y la lengua de su propia cultura» (p. 19). Es el Nuevo Mundo visto a través de los ojos y las palabras de Europa, ya desde la primera carta de Colón, el fenómeno que da origen a los muchos mitos que el libro desarrolla. De todos ellos, más que un ligero comentario sobre lo que tratan (que el autor nos da en su Introducción), destacaré el que más me sobresaltó: el mito del conquistador blanco, que se desmonta con la sorprendente explicación de los «guerreros invisibles» o los indios conquistando América. América conquistada por los americanos y los africanos, más que por la espada y la Providencia de la Corona española.

Como aliados en el combate y de forma más sutil en sus estrategias de adaptación a las nuevas circunstancias, los nativos americanos, más que los «nobles salvajes» e ignorantes que alguna vez se quiso figurar, demostraron, contrariamente, ser muy vivos, sagaces y nada fáciles. Nunca vieron a los españoles como dioses, sino que todo aquello se debió a lo que Restall llama «la apoteosis del capitán Cortés» (p. 161), explotada por su “hagiógrafo” Francisco López de Gómara y defendida por los franciscanos para promover la idea de que la conquista era providencial.

Así como estas, todo un desarrollo de ideas sorprendentes está a la vuelta de cada capítulo en el libro de Restall. Además de un Epílogo, que cierra con el tema Cuauhtémoc visto desde el estudio comparado de tres versiones diferentes y que «a la vez refuerza y destruye los mitos de la conquista» (p. 219). El análisis minucioso de las fuentes que hace el autor sobre el asesinato del último tlatoani mexica es lo que, en esencia, hace en toda su obra: sienta el debate en cada mito con algún testimonio de un testigo de época, conquistador o cronista, y lo desarrolla poniéndolo en contraste con las fuentes posteriores, con las investigaciones de historiadores contemporáneos, siendo James Lockhart, en apariencia, el más importante de todos ellos: un destacado especialista en las fuentes históricas escritas en náhuatl y profesor de Restall en la Universidad de California. De este debate de fuentes nos da el autor sus propias conclusiones, generalmente acompañadas de otros autores que sustentaron ideas similares.

Esta es la estructura general del libro: una «lectura cruzada de múltiples fuentes» (p. 219), que abarcan desde el remoto pasado testigo de los sucesos, pasando por las de uno o dos siglos posteriores, llegando a las contemporáneas que son las que suelen ir en la dirección interpretativa a que el autor pretende llevarnos. Un ejercicio que, aunque no puede darnos una verdad, como bien lo advierte el autor al principio, tiene un carácter de objetividad innegable: ninguna fuente es aceptada con ingenua solemnidad ni la obra pretende establecer postulados inamovibles, nuevos mitos que se convierten en verdades.

A Hugh Thomas, destacado hispanista británico acusado de dar una versión convencional de la conquista de México, Matthew Restall le reprocha el uso únicamente de fuentes españolas; en principio parece cómica la acusación, pues se percibe en Restall una aparente anglofilia en su elección de las fuentes. Con el transcurso de las páginas esta sensación se debilita y al final se puede considerar que el uso que hace de ellas es bastante equilibrado y responsable. El aparente anglicamiento (si esta palabra es válida) tiene su justificación en que, desde William Prescott, otra fuente importante en Restall, el hispanismo inglés ha impuesto este idioma en el estudio de la América precolombina y colonial. Las fuentes inglesas son básicamente los trabajos académicos de los dos últimos siglos.

Lo valioso de Los siete mitos de la conquista española, es la forma como devela lo que queda entre líneas en la lectura convencional de tan importante suceso para la historia humana, y que se suele cargar de odios y defensas, por lo general sin fundamento. Matthew Restall nos amplía el panorama y nos ayuda a depurar de rencillas la percepción del pasado, mostrándolo más verdadero y acercándonos a lo que dijo alguna vez Octavio Paz en entrevista a Joaquín Soler Serrano, el 26 de junio de 1977, con relación a la figura de Hernán Cortés: «me parece que adorar o aborrecer a las figuras importantes del pasado es un ejercicio estéril; hay que comprenderlos, nada más».

Una obra desanquilosante que ocupa un merecido lugar dentro del llamado revisionismo histórico, que es ya el método necesario en la escritura y pensamiento historiográficos. Un libro que lo mismo aporta al estudio propiamente de la conquista como a la percepción historiográfica general: modos de ver la historia. Lo que yo llamo, un libro para propios y ajenos, es decir, para historiadores y lectores, porque posee el rigor necesario de la buena escritura académica que buscarían el buen investigador o el profesor, a la vez que el interés y la polémica que al lector inquieto estimulan. Como quería Marc Bloch, Matthew Restall «sabe hablar, en el mismo tono, a los doctos y a los alumnos» (p. 11), pues recordemos que fue por el comentario de uno de éstos que emprendió la escritura de tan valioso material.

Bibliografía

Editrama. (1977). Octavio Paz A fondo. https://www.youtube.com/watch?v=8d3MXfrt7nU. Consultado el 28 de julio de 2024.

Marc Bloch. Apología para la historia o el oficio de historiador. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.

Matthew Restall. Los siete mitos de la conquista española. Barcelona: Paidós, 2010.

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