[Crónica]
Creo que no eran las seis de la mañana cuando escuché el dato en las noticias de la radio: que Jackie Chan ha declarado públicamente no dejar nada de su fortuna a su querido hijo Jaycee Chan. La bobadita —casi ofensiva— de 400 millones de dólares. A ver… calculadora… regla de tres… si un dólar está a 4.172 pesos, 400 millones de dólares ¿a cuántos pesos equivaldrán? Carajo. Cómo se lee ese número: 1.668.800.000.000, ¡un billón seiscientos sesenta y ocho mil ochocientos millones —sí, leyó bien— de pesos colombianos! Mejor dicho, si el hijo del actor recibiera esa fortuna y el destino lo tuviera para que viviera otros cincuenta años, se podría gastar $91.378.508 pesos por día.
Mi querido lector, ya sé que se está preguntando en qué se gastaría esa chichigua cada día. Pues Jackie Chan se basa en su firme creencia en la autosuficiencia y el valor del esfuerzo personal. En una entrevista expresó: «Si él es capaz, puede ganar su propio dinero. Si no lo es, entonces solo estará desperdiciando mi dinero». Esta filosofía refleja su deseo de que su hijo forje su propio camino sin depender de una herencia, por lo que decidió destinar su fortuna a causas benéficas.
Hay herencias que pesan más que la vida y testamentos que suenan como epitafios con mayúsculas: «Aquí yace el sueño de ser útil, hijo mío». Parece que está de moda, entre los ricos con conciencia, morirse sin dejar plata a sus hijos. Ojo, no es que se la gasten en vida (como haría un buen paisa con dos primas y un chance), sino que la donan: a fundaciones, ONGs, escuelas de pingüinos huérfanos o universidades en Marte. A lo que sea, menos al vástago. Al fin y al cabo, como decía aquel viejo proverbio indígena: la Tierra no se hereda de los padres, se toma prestada de los hijos. Y parece que ahora también la plata.
Y no es el único. Buffett, Gates, Lucas, Sting, Simon Cowell, y hasta los Kutcher-Kunis han firmado su testamento con tinta de vinagre: «No heredarás». El mismo Bill Gates, quien tiene una fortuna de unos 130 mil millones de dólares, decidió dejarle una “pequeña” parte a sus hijos: unos 10 milloncitos a cada uno, apoyado en la frase célebre: «No es un favor dejarle a tus hijos tanto dinero que no tengan que trabajar».
Yo, que apenas heredo las deudas de diciembre y las sábanas de la tía Rosa, me pongo a pensar en ese mundo paralelo donde los hijos de los millonarios tienen que buscar trabajo. ¡Trabajo! Esa palabra que los millonarios usan para contratar a otros.
¿Será esto una nueva forma de venganza?
—No me hiciste caso en la adolescencia, ahora trabajá en Recursos Humanos.
—¿Querías ser influencer? Perfecto. Pero sin plata. ¡Influenciá a punta de arroz con huevo!
Me gusta imaginar a esos muchachos herederos frustrados, formados en fila para una entrevista laboral, sin saber qué poner en la hoja de vida:
Nombre: Jaycee Chan
Experiencia: Hijo de Jackie
Referencias: Mi mamá y mis 10 dobles de riesgo.
Hay quienes aplauden esta moda. Otros, más prácticos, piensan: «si mi papá se muere con plata, ¡mínimo que me deje el televisor!». Pero hay una enseñanza valiosa detrás: el mérito no se hereda, se trabaja. Y también está que, con suerte, te puede tocar un papá pobre, pero generoso.
Yo, que de mis padres heredé mis canas y la hipertensión, y que no tuve fortuna en mi paso desapercibido por este universo, solo puedo dejar de testamento a mis hijos lo siguiente:
«Les dejo mi dignidad. La plata no alcanzó, pero la luché como un verraco».
Eso sí se hereda. Con eso se puede vivir.
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HENRI GARCÍA JARAMILLO: En el año 2005 fundó el Taller de literatura El sueño del pino, con el que se han realizado eventos literarios nacionales e internacionales. Dirige, por tanto, el órgano de difusión del Taller, la revista literaria Alas de papel, que ya cuenta con nueve números. Sus escritos han sido publicados en varias antologías.
Además de varias cartillas educativas, ha publicado cinco libros de variados temas: Otra página en blanco, Imagenesis, De bolsillo, Él, que me habita y 52 viernes d’estos.
Así se refiere Henri a él mismo:
Nací en 1972 en un febrero tibio.
Profesor de escuela rural prefiero el verde más que el gris.
Poeta de pocas plumas he volado poco.
Pobre de nacimiento, mi riqueza es la familia y el firmamento.
Guerrero de la vida mi mayor temor es el olvido.
Cuando su columna Otra página en blanco aparezca en blanco, es porque a Henri se le olvidó respirar, o lo ahorcó un suspiro. Por lo pronto, catemos su palabra. ¡Salud!
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