Retrato de perfil de Alonso Restrepo Moreno (Medellín, 1893-1955).

Currículum de un médico liberal

[Transcripción]

Alonso Restrepo (1893-1955) fue un destacado médico e intelectual antioqueño, que nació y pasó toda su vida en Medellín, mismo lugar donde vio llegar la hora señalada. Graduado de la Universidad de Antioquia, su vida transcurrió entre las probetas del laboratorio, las salas de disección y la máquina de escribir, actividades a las que dedicó iguales energías y vocación. El «doctor Alonsito», como era llamado por sus colegas y gente de la época, o «papá Alonso», por sus numerosos hijos y nietos, gozó de una erudición envidiable, con pleno conocimiento de los autores clásicos, no solo occidentales, porque llegó a ser, dentro de lo que cabe, un orientalista en medio de la cultura antioqueña de entonces.

Su obra personal es amplia y elocuente, por su estilo de tinte barroco, sus posturas radicales y argumentadas, sus incansables críticas a la política que le tocó padecer. Restrepo fue un polemista nato. Tradujo variadas obras del francés, como fue el caso de Marcel Schwob, un autor cuya lectura por la misma época estimulaba a un joven Borges a convertirse en escritor. Su libro más importante, Meditaciones biológicas sobre la muerte (1944), fue el acontecimiento literario del momento en Medellín.

Como médico y profesor, fue respetado y admirado, y sus méritos le valieron para ser miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina, decano de la Facultad de Medicina de la alma mater antioqueña, tener su entrada en enciclopedias médicas estadounidenses, y un largo listado de méritos, instituciones y cargos, sin hablar de las revistas médicas que dirigió y los copiosos diarios en que fue asiduo columnista.

El documento siguiente es el testimonio personal de su vida formativa y científica, en particular su oficio como laboratorista clínico, y su importante período de formación en París. A pesar de lo protocolario del manuscrito, no renuncia don Alonso a las notas de sarcasmo características de su prosa.

El texto es fiel reproducción del manuscrito original, sólo se hicieron ajustes en la separación de los párrafos para permitir una lectura más fluida. Las cursivas corresponden al desarrollo de abreviaturas o aclaraciones que no posee el manuscrito. Tomado del Cuaderno 36 (folios 75r-90r), de la Colección Alonso Restrepo Moreno que preserva la Sala Patrimonial Jaime Jaramillo Uribe.

Manuscrito del currículum de vida profesional de Alonso Restrepo Moreno.

Sábado 18 de febrero de 1950

Señores secretarios de Higiene Departamental y Municipal en sus despachos.

Muy distinguidos señores secretarios.

De acuerdo con sus deseos expresados con el envío de una copia a máquina del decreto # 3772, del 29 de noviembre de 1949, «por el cual se reglamenta la ley 121 de 1948» y con la autobiografía que en él se exige, tengo el gusto de enviar para el archivo de sus oficinas del ramo, por lo menos, el currículum de mi vida profesional:

Me llamo Alonso León de Jesús Restrepo Moreno, hijo de Augusto (inicialmente Agustín) Restrepo Mejía y Maria Jesús Moreno Ramírez. Nací el martes santo 11 de abril de 1893, me bautizaron en la parroquia de la Veracruz, al día siguiente, si no recuerdo mal y ahora soy el ciudadano #001500 por cédula expedida también en Medellín. 

Tras los estudios iniciales en las «Infantiles» y escuelas primarias de entonces, inicié el bachillerato en 1905 en el Colegio de San Ignacio de Loyola, regentado por los Reverendos Padres jesuitas y lo concluí en noviembre de 1910. Aficionado desde niño a las ciencias naturales, en 1908-09 y 10 fui el preparador del Padre Charles Charretier S. J., profesor de física y de química, hice bajo la dirección de tan distinguido naturalista, un excelente curso y una larga práctica de taxidermia, aprendí el manejo del microscopio, y le ayudé a montar un excelente museo de la fauna, la flora y la petrología a nuestro alcance. 

En 1911 ingresé en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, y obtuve la única calificación máxima en botánica. En 1912 fui el preparador de parasitología del profesor Toro Villa. Me cupo el honor de iniciar, entonces, en las ciencias experimentales a mi amigo y compañero de la niñez César Uribe Piedrahita. 

En 1913-1914 fui preparador de bacteriología, y acometí los primeros trabajos de anatomía patológica que se hicieron en Antioquia. En 1914-1915, acaso por amistad universitaria con mi padre y por mi entrenamiento en menudos trabajos zoológicos y micrográficos, el profesor Montoya y Flórez me hizo su ayudante preferido y luego como concejal que era a la sazón, que se me nombrase practicante de la oficina de accidentes, cargo que, con Jaime Orozco y bajo la jefatura del Dr. Luciano Restrepo Izasa, desempeñé hasta los años de 1916.

Dueño de una infrecuente preparación quirúrgica y obstétrica, sólo y pobre, me fui a ejercer estas ramas de preferencia, y la medicina toda, a la población de Abejorral, tierra de mis antepasados por línea masculina. [En nota al pie: Me gradué el 10 de febrero de 1917 con una tesis sobre la colelitiasis (ilegible) donde constan las primeras intervenciones vesiculares hechas en Antioquia]. Por insinuación de los distinguidos e inolvidables colegas doctores Joaquín Restrepo Izasa y José Jesús Giraldo, el Concejo Municipal de Sonsón me nombró médico oficial y cirujano de su Hospital de san Juan de Dios, puestos que empecé a desempeñar el 1° de enero de 1920.

En plena juventud cumplí una intensa labor profesional y sobre todo quirúrgica y obstétrica. Harto de trasnochos y de angustias, cansado de una práctica en que era preciso intervenir en todos los detalles, desde la ebullición de las aguas hasta la enfermería del post-operado o de la puérpera, decepcionado de los trastornos funcionales consecutivos a las grandes, más brillantes y más ruidosas operaciones, convencido cada vez más de la diferencia considerable entre la labor mental de la clínica, expansiva de las fronteras del espíritu, y la puramente manual del quirófano, siempre rutinaria así fuere de artística y aparatosa, añoré mis aficiones capitales de estudiante, me di a pensar que así produjese menos, valían más un buen diagnóstico y un buen tratamiento que una buena mutilación o un remiendo más o menos aceptable, y con los ahorros que tenía, previo un repaso y un reestudio concienzudo de los textos a mi alcance, pedí un magnífico laboratorio, y durante más de un año me di al empleo de todos mis ocios en la comparación de técnicas, el aprendizaje de nuevos métodos y una vez reentrenado, a trabajos de investigación.

Fue entonces cuando en siembras de células ganglionares de un caso de enfermedad de Hodgkin, encontré el corynebacterium que, sin saberlo, habían descrito Bunting y Yates el año anterior, en Estados Unidos, y que describió Costa en el Brasil, dos años más tarde. Extrañas lesiones en el radio de mi brazo derecho, me obligaron a realizar un viaje a Europa, postergado año tras año. Operado rápidamente a mi llegada, dediqué el año de 1927 a una intensa especialización en París.

Pagados por mí mismo, hice cuantos cursos me fue dable: uno de laboratorio clínico general, durante 4 horas diarias, por 3 meses con los célebres profesores rusos de la rue Monsieur-le-Prince, un poco arriba de donde fue aplastado por un camión Pierre Curie, cuyos propietarios Hoger y Delater, jefes de Laboratorio Municipal de París me permitieron asistir a trabajos bromatológicos. Un curso especial de aplicaciones a las enfermedades venéreas y dermatológicas en el laboratorio de la facultad del Hospital Saint-Louis. Un curso aparte de serología, con dos meses de práctica consecutiva, con la Dra. Olga Eliascheff, discípula de Wasserman y encargada de dicho ramo en el mismo hospital.

El curso oficial de malariología de la Sociedad de las Naciones, con estudiantes de más de 20 países, becados por sus gobiernos, muchos de ellos norte, centro y sur-americanos, donde a Colombia logramos representarla Antonio Gómez Amorocho, Bernardino Cabal y yo, obteniendo puesto a muy alto precio, con grandes dificultades para nuestra admisión, que logró vencer el Dr. José Manuel Arango, cónsul de gratísima memoria. Duró tres meses con trabajos prácticos de 2 a 6 pm. Gómez y yo fuimos de los pocos que presentamos largo y riguroso examen teórico y práctico, obteniendo los diplomas correspondientes, refrendados por la Universidad de París y con la aceptación del Estado.

Logré ganarme allí la buena voluntad de los profesores Brumpt y Langeron y de los agregados Gaillard, Joyenx, Nerea, Lemaire y Larousse y así tuve entrada franca al Laboratorio de Parasitología de la facultad, donde solía ocupar ayudando en la ejecución de técnicas y de exámenes, las horas libres del medio día, que otros cursos me dejaban libres. Oficialmente hice también en la facultad, cursos de anatomía patológica para post-graduados por el profesor Romsy, otro también de histopatología de las vías respiratorias por el profesor Letalle en el Hospital Boucicaut y otro de histología del sistema nervioso por el profesor Juan Bertrand.

Una honrosa presentación del profesor Cuneo que dos años antes había estado en Colombia, al profesor Romsy, hizo que este fuese deferentísimo conmigo, tratándome con grandes miramientos, durante el curso y dándome puesto de preferencia, invariablemente, durante las conferencias y ante la pantalla de las demostraciones. Así me hice amigo de Leronx, su jefe de laboratorio, a quien se debe, seguramente, el primer proyector de preparaciones microscópicas, y a quien iba a servir de ayudante en las horas que algunas mañanas me quedaban libres.

Caricatura de Alonso Restrepo Moreno, de junio de 1931.

Caricatura de Alonso Restrepo hecha por Horacio Longas, fechada en junio de 1931

Pagando por horas logré también que Bolotov, antiguo jefe de trabajos prácticos en la Facultad de San Petersburgo me enseñara técnicas difíciles de química biológica y que Abramov, profesor de anatomía patológica en Moscú, exilados por la Revolución Rusa, me diera lecciones especiales de esta rama, base fundamental de una verdadera medicina científica. En el 2° semestre de 1926, había desempeñado yo la cátedra de anatomía patológica en nuestra facultad, al irme, en enero de 1927, el señor rector de la universidad a la sazón, me encareció la especialización en esta ciencia, por cierto, muy de mi gusto, haciéndome notar que el Consejo Universitario tenía votada una buena partida para sueldo de un técnico en la materia.

De ahí que, soñando en puesto bien asegurado, de medio tiempo siquiera y en disciplina de toda mi afición, dedicase el máximo de mi tiempo y de mis estudios en París, en prepararme para hacer en Medellín cursos eficientes y completos de tan importantísima materia. Traje aparte de equipo general y de excelente biblioteca, un magnífico instrumental para la ejecución de buenas autopsias. Y efectivamente se me nombró profesor de cátedra para 1928. Más como no era yo un «técnico extranjero» no podía disfrutar de parte, ni mucho menos de todos los $400 mensuales que tenía votados el Consejo, y sólo se me ofrecieron (y por el mismo señor rector) los misérrimos $25 que ganaba entonces todo profesor, salvo el de clínica quirúrgica a quien le pagaban $50.

Así que a pesar de haber regresado de Europa «barrido y limpio» y que por malas artes me robaron los pocos haberes con que contaba para reinstalarme, por pura dignidad personal rechacé, y con mucho gusto, el profesorado. Al fin, ya entrado el año lectivo, cediendo a las instancias de otros profesores y amigos, acepté la cátedra de parasitología que desempeñé hasta 1941. Y si no fallan mis recuerdos, en ese año o en el siguiente (1928-29), la escuela de medicina no tuvo para sueldos, ¡y sin embargo el señor rector en su informe final nos calificó de «profesorado mercenario»!… Que Dios le haya perdonado y lo tenga en su gloria.

De ahí hasta 1937 fui el director del Laboratorio Municipal de Medellín. Tuve como ayudantes a los hoy eminentes doctores Alfredo Correa Henao y Alfonso Jaramillo Arango, quienes cursaban apenas su 2° año de estudios y a quienes enseñé lo que sabía. El Dr. José J. Escobar había dejado esta dependencia bastante bien equipada, logré que la dotaran mejor y pudimos hacer una serie muy interesante, y muy útil para el público, de análisis de drogas, bebidas populares y alimentos, descubriendo numerosos fraudes. Trabajos que no han vuelto a ejecutarse después, y que intenté reanudar mejor equipado todavía en abril de 1947, en que llegó un gran pedido que hice para el Laboratorio Departamental, cuya dirección desempeñé desde 1945, y que debí renunciar por no ser «persona grata» al señor director de Higiene, nombrado precipitadamente en la madrugada del 10, a raíz de los desgraciados sucesos del 9.

De suerte que, de acuerdo con el inciso C del artículo 2° del decreto en cuestión, dirijo mi laboratorio clínico particular desde hace 25 años. Por él han pasado completando su entrenamiento y como ayudantes y colaboradores, laboratoristas de la categoría de los hoy doctores Bernardo Jiménez, Samuel Misas, José Góngora, Guillermo López, Óscar Duque, Fernando Henao y ahora Guillermo García y Óscar Mesa, desde hace dos años y estudiante muy distinguido de 4° año en nuestra facultad. Además, por dos veces, y en ambas por algunos meses, se me ha llevado a la dirección del laboratorio clínico del Hospital de San Vicente, y otras tantas he debido renunciar ante la imposibilidad de conseguir que se le dote como se debe. 

En cuanto a equipo poseo dos microscopios Zeiss, de primera clase, cada uno con amplia dotación óptica, y sus correspondientes accesorios incluyendo condensador alterno de Siedentopft para ultramicroscopia. Tres centrifugadoras, dos de ellas eléctricas, autoclave, estufa, nevera, hornos secadores y esterilizadores, etc, amén de abundante vidriería. Solo me falta un colorímetro eléctrico, y trabajo con el de Dubosy y el de Lovibond, porque con las restricciones puestas a la importación no me ha sido dable todavía adquirir uno de estos aparatos, que hacen el trabajo más cómodo y más rápido.

Y respecto a reactivos, me he mantenido siempre tan bien provisto que he podido ayudar al trabajo en otros laboratorios oficiales y particulares, incluyendo vidriería. Creo que aún perduran en el Laboratorio Municipal, en el Departamental y en el Clínico del hospital, frascos con etiquetas que acreditan mi propiedad. Así pueden testificarlo quienes han trabajado en ellos: Samuel Misas, Jesús Peláez Botero, Gonzalo Aristizábal, Guillermo López, Guillermo García, Gustavo Molina R., sus ayudantes y hasta los sirvientes, que, entre mis innúmeros defectos, gracias a Dios no ha encontrado lugar el egoísmo. Advierto además a los señores secretarios de Higiene que mi laboratorio nunca tuvo cariz comercial, y que no se han preparado en él productos biológicos para el público.

De acuerdo con la presente exposición espero se me expida la patente de trabajo que contempla el decreto aludido y con mucho gusto recibiría su visita personal, para inspección de visa, si lo consideran del caso. Espero además que con estas nuevas formalidades legales no ocurra lo que con tantas otras y muy especialmente con la de ejercicio ilegal de la medicina, en que nos obligan, a los médicos graduados a trasegar con nuestros diplomas, en tanto los teguas continúan su oficio sin que nadie los moleste, haciendo perder a los enfermos, no ya su dinero, sino un tiempo precioso para la intervención oportuna, médica o quirúrgica, en afecciones que en sus inicios habrían sido más o menos fácilmente remediables y confío en que con la presente medida se restablezca la moralidad en las investigaciones de laboratorio, auxiliares poderosas e indispensables de la clínica moderna, al ser ustedes capaces, si lo quieren, de suprimir tantas trastiendas de consultorio, de suyo mal condicionado, donde con un mal microscopio, media docena de tubos sucios y cuatro o cinco frascos de reactivos viejos se hacen «toda clase de análisis»… completados a veces con trabajos «radiológicos» a base de un telón negro, una máquina de escribir o el ruido de un vibrador eléctrico y un juego despampanante de luces de colores…

Con sentimientos de profunda consideración queda a ordenes de ustedes su muy atento, seguro servidor, colega y amigo.

Alonso Restrepo

Manuscrito del currículum de vida profesional de Alonso Restrepo Moreno.