[Crónica]
Este pasado martes 13, escuché una emisora que hablaba de agüeros. No faltó quien soltara la famosa advertencia: «En martes 13, ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes», como si el calendario tuviera humor negro. El debate se puso sabroso cuando uno de los periodistas dijo «agüerista» y otro, muy sabihondo, lo corrigió: «¡Es agorero!». Después de un tire y afloje, la RAE, cual árbitro de VAR, confirmó que en Colombia se pueden usar ambos términos. ¡Agüero superado!
Y es que el tema da para rato. Los agüeros tienen la capacidad de unir al más escéptico con el más crédulo. Ahí está el temido gato negro cruzando la calle, como si fuera agente del caos. O esa escalera apoyada contra la pared, que uno evita como si debajo viviera el mismo Lucifer. Ni hablar de la sal derramada: hay quien lanza tres pizcas por el hombro izquierdo y quien simplemente lanza un madrazo.
Pero también hay supersticiones para atraer la buena suerte. Levantarse con el pie derecho, usar la misma camiseta para ver ganar al equipo del alma (aunque huela a derrota), o llevar una moneda «de la suerte» que ya no vale ni en el bus. La fe, dicen, mueve montañas… o al menos intenta mover los marcadores.
Lo curioso es que esto no distingue fama ni fortuna. Michael Jordan jugaba con los pantalones cortos de su universidad debajo del uniforme profesional. Serena Williams usa las mismas medias durante un torneo. Jennifer Aniston toca el avión antes de subir (¿acaso para que no se le caiga?). Cristiano Ronaldo pisa la cancha siempre con el mismo pie. Y yo, cuando escribo esta columna, me pongo la camisa a rayas y le rezo al corrector ortográfico (mentira).
También hay otra superstición colorida del arcoíris: si uno logra llegar al final, encontrará un tesoro. En nuestros campos, eso se traduce en guacas enterradas, custodiadas por gallinas negras o culebras de fuego. Eso sí, hay que cavar en silencio, sin toser ni murmurar, o el oro se esfuma. Muchos lo han intentado… y han encontrado más callos que monedas.
Y no olvidemos los clásicos criollos: barrer de noche trae pobreza (excelente excusa para no hacerlo), pasar la sal de mano en mano causa enemistad (mejor dejarla sobre la mesa y arriesgar la hipertensión), y clavar un cuchillo en el patio para espantar tormentas (el aguacero sigue, pero el cuchillo da tema de conversación).
En resumen, vivimos rodeados de pequeños rituales que nos dan la ilusión de controlar lo incontrolable. Porque al final, la vida es eso: una mezcla de casualidad, rutina y un toque de sal supersticiosa.
Así que, si mañana me ve caminando de espaldas, con un diente de ajo en el bolsillo y saludando al sol con la mano izquierda, no me juzgue: estoy sacándome un mal de ojo. Es que mi belleza sin igual genera una envidia…
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HENRI GARCÍA JARAMILLO: En el año 2005 fundó el Taller de literatura El sueño del pino, con el que se han realizado eventos literarios nacionales e internacionales. Dirige, por tanto, el órgano de difusión del Taller, la revista literaria Alas de papel, que ya cuenta con nueve números. Sus escritos han sido publicados en varias antologías.
Además de varias cartillas educativas, ha publicado cinco libros de variados temas: Otra página en blanco, Imagenesis, De bolsillo, Él, que me habita y 52 viernes d’estos.
Así se refiere Henri a él mismo:
Nací en 1972 en un febrero tibio.
Profesor de escuela rural prefiero el verde más que el gris.
Poeta de pocas plumas he volado poco.
Pobre de nacimiento, mi riqueza es la familia y el firmamento.
Guerrero de la vida mi mayor temor es el olvido.
Cuando su columna Otra página en blanco aparezca en blanco, es porque a Henri se le olvidó respirar, o lo ahorcó un suspiro. Por lo pronto, catemos su palabra. ¡Salud!
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