[Crónica]
Dicen los noticieros de Facebook —que son mucho más confiables que la NASA y el Observatorio de Arecibo juntos— que el cometa 3I/Atlas no es ningún cometa, sino una gigantesca nave nodriza que viene directo para la Tierra. Y yo, que no me creí lo del fin del mundo del 2012, esta vez estoy empezando a alistar la maleta… por si hay evacuación.
Si esto es cierto, tiene toda la lógica. Los extraterrestres ya nos estudiaron y confirmaron lo que sospechaban: el verdadero virus de este planeta somos nosotros. Ellos no necesitan destruirlo; para eso ya estamos nosotros, trabajando gratis. Así que vienen, pero no en plan de hacernos amistosos saludos galácticos, sino a exterminarnos… con delicadeza.
Primero nos van a desconectar de todo: sin satélites, sin llamadas, sin radio, sin Netflix, sin TikTok, sin WhatsApp, sin Facebook, sin X (antes Twitter, para los que todavía se creen influencers). Solo habrá comunicación cuando ellos quieran, y será para darle instrucciones a los presidentes de cada país. Y ahí sí veremos quién gobierna sin cadenas nacionales ni estados de emergencia para culpar a la oposición.
Después viene su plan maestro: capar a toda la población masculina del planeta. Sí, leyó bien. Pero tranquilos, no es tan violento como suena. Pasarán por cada pueblo entregando un cilindrito de criogenia para guardar nuestras partes nobles «hasta nuevo aviso». Me imagino a todos mis amigos del barrio haciendo fila en el «Centro de Capado», con el cilindro entre los brazos, como quien carga las cenizas de un ser querido. A la salida, los solteros subiendo selfies a las redes (cuando vuelvan a funcionar) con el mensaje: «Mis güevitas y yo, en pausa».
Habrá incluso programas de televisión producidos por ellos: reality shows para premiar a los que mejor se comporten, concursos de reciclaje intergaláctico, y un «Desafío Lunar» donde las parejas que cuiden un bosque entero recibirán el beneficio de recuperar sus órganos antes que los demás.
Ellos no vienen en plan de guerra, sino de pedagogía planetaria. Desde la Luna nos vigilarán como si fuéramos hormigas: anotando en sus tablets cuántos ríos seguimos contaminando, cuántos bosques talamos, cuántos políticos elegimos por hambre o por memes. Si ven que empezamos a cuidar el planeta, a dejar de matarnos por bobadas y a comportarnos como especie medio decente, nos devuelven nuestras güevitas.
Si no, pues… tal vez no haya segunda oportunidad. Y ahí sí ni la Corte Constitucional, ni el Santo Padre, ni el abogado de la familia podrán hacer tutela alguna. Los extraterrestres no conocen de habeas corpus, y su única ley es simple: «o cuidan su casa, o se quedan sin descendencia».
Así que mejor vayamos entrenando: plantar un árbol, apagar la luz, dejar de echarle basura al río, y tratar de ser buena gente. No porque lo diga el Papa, Greta Thunberg o la ONU, sino porque hay una nave nodriza que ya puso fecha de visita.
Por mi parte, yo ya decidí: voy a empezar a reciclar, a no insultar en Facebook, y a regar el jardín todos los días. No por conciencia ecológica, sino porque tengo apego a mis partes y no me imagino explicándole a mis nietos que soy de la generación que perdió las pelotas por no dejar de quemar llantas.
Nos vemos en el Centro de Capado.
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HENRI GARCÍA JARAMILLO: En el año 2005 fundó el Taller de literatura El sueño del pino, con el que se han realizado eventos literarios nacionales e internacionales. Dirige, por tanto, el órgano de difusión del Taller, la revista literaria Alas de papel, que ya cuenta con nueve números. Sus escritos han sido publicados en varias antologías.
Además de varias cartillas educativas, ha publicado cinco libros de variados temas: Otra página en blanco, Imagenesis, De bolsillo, Él, que me habita y 52 viernes d’estos.
Así se refiere Henri a él mismo:
Nací en 1972 en un febrero tibio.
Profesor de escuela rural prefiero el verde más que el gris.
Poeta de pocas plumas he volado poco.
Pobre de nacimiento, mi riqueza es la familia y el firmamento.
Guerrero de la vida mi mayor temor es el olvido.
Cuando su columna Otra página en blanco aparezca en blanco, es porque a Henri se le olvidó respirar, o lo ahorcó un suspiro. Por lo pronto, catemos su palabra. ¡Salud!
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